Comentario
China durante este período no sólo pasó por graves turbulencias internas sino también en sus relaciones exteriores. El fundamento de las mismas habían sido, hasta el momento, los acuerdos políticos y económicos suscritos con la URSS en 1950, pero la colaboración entre los dos países perduró a la muerte de Stalin. Poco después de ella y luego, en 1954, se firmaron unos nuevos acuerdos que incluían declaraciones de principio pero también cesiones materiales por parte soviética. En la primavera de 1956 nuevos tratados preveían la construcción de ferrocarriles y de cincuenta fábricas por cuenta de la URSS y en 1957 se llegó a aceptar, por parte de la URSS, la ayuda para la fabricación de armas atómicas. Este último acuerdo no fue revelado hasta 1963 cuando ya el conflicto parecía grave e irreversible.
En realidad los desacuerdos nacieron de la crítica de Kruschev al estalinismo en 1956: los dirigentes chinos siempre se esforzaron en salvaguardar el mito de Stalin y, por ejemplo, cuando se decidió retirar sus restos del lugar en que reposaban en la muralla del Kremlin junto a los de Lenin, depositaron flores ante ellos. La propia evolución de la política china contribuyó a multiplicar las discrepancias. A fines de 1957, una conferencia de los partidos comunistas en Moscú, dedicada a la unidad del campo socialista, tuvo tan escaso efecto sobre los dirigentes que se lanzaron al "Gran Salto Adelante" y, a partir de este momento, el camino seguido por los respectivos comunismos fue manifiestamente divergente con los soviéticos, insistiendo en la crítica a Stalin y los chinos lanzados a experimentos de movilización popular y productivismo desmesurado. La política exterior también hizo su contribución a la confrontación. Ya en 1958 Kruschev debió hacer un viaje a China para explicar a sus dirigentes su papel en la crisis del Líbano. Los soviéticos, además, se negaron de manera rotunda a ayudar a China a la reconquista de las islas Quemoy y Matsu. En el XXI congreso del PCUS celebrado a comienzos de 1959 Kruschev criticó la experiencia de las comunas populares chinas: además, en ese mismo año, denunció el tratado sobre materias nucleares con China y apoyó a India en su conflicto con China. Mientras tanto, las relaciones exteriores de China no sólo eran malas con los soviéticos sino también con los indios, pues ese año se produjeron choques en la frontera con el Tíbet. La URSS optó definitivamente por considerar a China como un país aventurero que ponía en peligro la estabilidad mundial.
A partir de 1960 la confrontación ya fue directa y con expresa mención del adversario, aunque resultara todavía moderada en la forma. Antes la URSS había atacado a Albania mientras que China hacía lo propio con Yugoslavia; esta interposición pareció moderar el conflicto. A partir de este momento, no sólo cesó cualquier posible ayuda soviética a China en materia nuclear, sino también cualquier apoyo en otro terreno. En julio los soviéticos pretendieron la sumisión de China a la mayoría de los Partidos Comunistas. Los temas abordados en la disputa ideológica se referían a la posibilidad de la coexistencia pacífica y de un tránsito que también lo fuera en el camino hacia el socialismo. En el fondo se trataba de dos actitudes muy divergentes que se podían ejemplificar en esos dos terrenos o en muchos otros. Chinos y soviéticos no se enfrentaban por esas razones sino debido a muchas más: por ejemplo, tenían una idea antagónica acerca de la correlación de fuerzas existente y los chinos hacían una defensa a ultranza de las luchas de liberación mientras despreciaban el papel del arma nuclear en la estrategia mundial.
Aun así hubo esfuerzos por conservar la unidad. En noviembre de 1960, una conferencia de ochenta Partidos Comunistas en Moscú todavía consiguió guardar las apariencias aunque fuese al precio de yuxtaponer puntos de vista contradictorios. Italianos y vietnamitas fueron los más interesados en mantener esa unidad. En 1961 hubo todavía tres tratados entre la URSS y China. Pero, a fines de 1962, se produjo el conflicto bélico entre India y China y la URSS no apoyó a la segunda. Además, China tuvo la sensación de que Kruschev había sido incapaz de enfrentarse a los norteamericanos en Cuba, lo que explica el definitivo empeoramiento de las relaciones. En 1963 los albaneses quisieron ya crear una nueva Internacional que agrupara a los seguidores de Mao. La firma del tratado de no realización de pruebas nucleares pareció probar, a los ojos de los chinos, la sumisión soviética a los Estados Unidos.
A fines de 1962 y comienzos de 1963, los soviéticos dirigieron un ataque concertado en contra de los comunistas chinos por parte de los restantes partidos de Europa del Este y occidentales. En junio respondió el PCC con un ataque al PCUS al que acusó de imperialista y neocolonialista. De los partidos asiáticos China consiguió el apoyo de los indonesios y los coreanos. El mundo comunista había quedado definitivamente dividido en dos.
Mientras tanto, en el terreno de las relaciones exteriores, el antagonista teórico fundamental para China seguía siendo Norteamérica pero en este campo empezaba a reinar un creciente realismo por ambas partes. Con Estados Unidos, China mantuvo una vía de contacto en Varsovia que dio lugar a unas treinta reuniones. Los Estados Unidos, por su parte, a pesar de todas las dificultades de la China continental, nunca estuvieron dispuestos a realizar un desembarco en ella que, por su parte, apoyó a Japón en sus pretensiones territoriales respecto a la URSS.
Si en 1962 las tropas chinas penetraron en India, al mismo tiempo sus dirigentes firmaron una serie de pactos con países como Birmania, Nepal, Pakistán y Afganistán que pretendían demostrar que no existía una pretensión imperialista. El acuerdo más particular fue el suscrito con Pakistán, una potencia prooccidental (1963). A partir de 1963, una preocupación fundamental de China fue Vietnam, a la vez por temor a la penetración norteamericana y la soviética. En cambio, mantuvo una cercanía a Indonesia que celebró en su territorio reuniones en las que los soviéticos fueron vilipendiados. El régimen de Sukarno, que se autodefinía como una "democracia dirigida", tuvo una influencia china indudable. En Medio Oriente, y sobre todo en África, China empezaba también a tener una cierta influencia. Mao afirmó en 1964 que allí existía una "excelente situación revolucionaria". Pero toda la política exterior se vio profundamente afectada por la "revolución cultural".